miércoles, enero 10, 2007

ERIC EL DRAGON ROJO ll



Capítulo II – Una visita desagradable

Tan pronto como se cerró la puerta tras su abuelo, Abbey y Arthur abrieron los ojos y se quedaron inmóviles bajo las sábanas de sus camas, esperando a que sus ojos se habituaran a la oscuridad de la sala. Poco a poco, las siluetas informes de los objetos que decoraban la habitación, fueron haciéndose visibles para los dos pequeños.
La estancia era una sala semi-abuhardillada, con vigas de madera recorriendo el techo hasta la pared. Los dos niños estaban en una litera, en el extremo opuesto de la única puerta que había, y enfrente de una gran ventana provista de unas cortinas bordadas blancas que siempre estaban abiertas. El resto de la habitación lo componían un armario ropero enorme, a la derecha de la puerta, un baúl donde guardaban los juguetes, cerca de la ventana, una mesilla de noche y un par de sillas. El suelo estaba tapizado por una moqueta impoluta de color azul.
Abbey ocupaba la cama de debajo, porque Arthur, al ser mayor, había ejercido su derecho de elección, pero a ella nunca le había importado perder esa batalla con su hermano, porque le asustaban las alturas.
Desde la cama de Arthur se veía la parte baja de la colina y una valla que rodeaba el huerto que sus abuelos tenían en la parte de atrás del caserón. Abbey sólo podía ver la colina desde su mitad hasta la cumbre, unos sesenta metros más arriba.
Los dos niños estaban muy quietos, aterrorizados ante la idea de ver aparecer un dragón por la ventana. Sus respiraciones eran entrecortadas y no se atrevieron a hablarse. Pasó un cuarto de hora. Nada. Un hora más. Nada. El sueño empezó a vencerles, pero ninguno de los dos quería quitar ojo de la ventana. De repente se escuchó un ladrido ronco, y, de inmediato, los dos niños recuperaron la consciencia abandonando los brazos de Morfeo. Más ladridos hacia la colina. Los pequeños sentían cómo su corazón se lanzaba a galope tendido. Aquello era muy extraño, ya que Daemon nunca ladraba a nadie, y menos de noche. Oyeron las voces de sus abuelos tratando de calmar al perro, pero éste seguía ladrando. Un pequeño grito ahogado desde la cama de abajo puso a Arthur en alerta. Abbey había visto algo. Una figura desgarbada, alta y fuerte apareció en lo alto de la colina. Parecía un hombre, pero desde esa distancia a Abbey le pareció un gigante. Sólo veía su silueta, recortada por la luz de la luna. El gigante estaba muy quieto, como si fuera una estatua. Daemon continuaba ladrando. Tras unos segundos, la figura comenzó a moverse colina abajo de forma torpe, pero a gran velocidad. Abbey no podía moverse ni articular palabra, sólo mirar cómo avanzaba ese gigante hacia ellos. Tras unos segundos, desapareció de su campo visual.
Arthur estaba alerta en su litera. Sabía que su hermana había visto algo, pero no era capaz de distinguir qué desde su cama. Oía la respiración agitada de su hermana, pero no se atrevía a preguntar nada. No quitaba ojo de la ventana, intentando atisbar algo de lo que estaba pasando ahí fuera, y tras unos segundos. una figura apareció ante su vista, acercándose cada vez más a la casa. Parecía humano, pero sus dimensiones eran enormes. Aunque sólo podía ver su silueta, distinguió un par de brazos deformes pero muy musculosos, y una cabeza chata tras la que asomaban dos ojos amarillos y pequeños a la luz de la noche. Iba vestido con telas hechas rasguños, como los vagabundos de las películas, y llevaba algo parecido a un garrote, retorcido y de gran tamaño, en su mano derecha.
Aquella figura continuaba acercándose con rapidez. En unos segundos alcanzaría la valla del huerto. El San Bernardo ya no ladraba, sino que aullaba en la cocina, donde se oían las voces de sus abuelos que intentaban sin ningún éxito que Daemon se callara. Un relincho lejano llegó hasta la habitación. Hedgehog también estaba inquieto. Aquel ser espectral se detuvo ante la valla blanca, y miró a su alrededor, con la cabeza en alto, como un enorme lobo olisqueando el aire para orientarse. Arthur lo observaba todo desde su litera, mientras Abbey, que no podía ver nada, se había metido bajo las sábanas. Súbitamente, la oscura figura saltó la valla con suma facilidad y desapareció de la vista de Arthur. Los niños seguían sin moverse, y pasaron unos cuantos minutos antes de que Abbey se atreviera a echar una ojeada a la ventana a través de la maraña de tela en la que se había convertido su cama. Ahora no veían nada más que la colina desnuda a través del vidrio, pero podían oír, entre ladridos, voces y relinchos, un rasgueo en la pared de ladrillo. ¡Estaba trepando directamente hacia ellos! Agarrándose al colchón de su cama, y en total oscuridad, aguardaron.
Una cabeza chata apareció en la ventana, y Abbey y Arthur contuvieron la respiración no pudiendo creer lo que sus ojos les trasladaban. Desde luego aquella cosa no era humana, aunque se asemejara a alguien con enormes deformidades. Dos pequeñas orejas separadas de la carne de la cabeza, se movían en varias direcciones tratando de escrutar cualquier movimiento posible. Aquel ser tenía dos diminutos ojos hundidos en un cráneo oval, una nariz chata y dos labios carnosos, partido el superior, que dejaban entrever una dentadura desigual. Una pequeña mata de pelo muy corto coronaba la figura. Los dos niños miraban con pánico la estampa. La cosa esbozó algo parecido a una sonrisa, a la vez que husmeaba el aire en busca de algún olor que Arthur y Abbey desconocían. A la izquierda de la ventana apareció una mano enorme que portaba una herramienta. Ahora Arthur podía ver con total nitidez que lo que pensaba que era un garrote, era en realidad una espada, pero parecía haber sido forjada sin ningún cuidado, porque era burda, y hasta juraría que estaba oxidada. Los dos se pusieron a temblar cuando se dieron cuenta de que usaba el espadón para intentar arrancar la ventana.
Entonces, un enorme rayo iluminó al ser completamente, y toda la habitación. Estaban seguros de que los había visto.
Los niños no pudieron contenerse y se pusieron a chillar, pero sus gritos quedaron ahogados por un rugido monstruoso, que venía más allá de la colina. Tampoco era humano. El ser que se agarraba a la ventana pareció asustarse, y desapareció de un salto. Le oyeron salir corriendo en dirección contraria a la del rugido. Luego, completamente agotados y aturdidos, los niños se durmieron.

David García Cerdán…to be continued

1 comentario:

Anónimo dijo...

LIBRA

Hola!!! Bienvenido al año nuevo !!.

Bueno bueno... Conforme lo voy leyendo, has conseguido que me meta en el personaje de Abbey en el que vuelvo a ser una niña, y mi mente va viajando en ese mundo de fantasía y sueños.Hace mucho tiempo!! que no me siento como una niña .
La verdad es que no tengo recuerdo de ningún cuento ni leyenda en especial, como vosotros de mi abuelo. ( cuando tu madre escribió - cuéntame un cuento abuelo - Pensé? yo no recuerdo ninguno.)

Creo que el vocabulario,la redaccíon que utilizas es muy buena.
No entiendo porque dices que no eres tan bueno? Mi puntuación: vas mejorando jeje...

Imagínate! cuando llegues a ser abuelete con barba blanca,que tienes que acordarte de contarles este cuento a tus nietos para cuando se vayan a la cama .Aunque se lo contarías antes, a tus futuros hijos,sobrinos. Y eso es genial.jeje ...
Pero veo que tú,todavía, sigues guardando ese pequeño niño que llevamos,todos, dentro de nosotros.

Por lo que veo esto es como EL SEÑOR DE LOS ANILLOS. A esperar a la tercera parte y final qizás?

Por cierto el título me recuerda a la película ERAGON que no he visto. Y tú ? Que tal es ? No la habrás copiado! jeje... esto es broma.

En fin, me va gustando este cuento !!!!!

Que sucederá en el tercer capítulo? Podré dormir? por fin veré al dragón rojo? ó meteré la cabeza bajo las sábanas?

Biquiños.....