Erase que se era, cuando la tierra era joven y los sueños se hacían
realidad, un cachorro muy bonito llamado Yago.
Yago no sabía muy bien como había llegado a perderse, pero así era, y
ahora estaba solo y con frío.
Como era muy listo, se había hecho una casita en una caja de cartón
vieja que había encontrado, pero aún no sabía qué haría para poder comer.
Además se había puesto a llover y estaba mojándose.
Por aquel camino no pasaba mucha gente, asi que no podían ayudarle, en
caso de necesitarlo si no le veían. Yago estaba un poco asustado.
¡Parece que viene alguien!.- se dijo
Yago en el lenguaje de los perros.- a ver si me ayudan.
En efecto, por el camino se oían claramente a lo lejos los ladridos de
un perro mezclados con una voz humana.
¡Sansón, trae la pelota!.- decía el humano.
¡Guau,guau, siiii voy a por ella, allá voy! ¡Cuánto me gusta este
juego!.
Yago no se atrevía a salir de su escondite, asomó la naricilla por
encima de la caja. ¡Qué hambre tenía! Sansón y su dueño iban acercándose
lentamente entre juegos y risas.
¡Amo, mira, parece que se mueve algo dentro de esa caja! Guau guau,
¡cuidado, podría ser una amenaza!
Pero, ¡mira quién tenemos aquí!¿estás perdido? ¿De dónde has salido
tú?.- oyo que decía Jorge, el humano que acompañaba a Sansón.
¿Qué te parece si le
llevamos a casa y le damos leche calentita? Parece que tiene hambre.
Guau guau, siii así tendre un amiguito con quien jugar.- ladró Sansón.
Jorge cogió al cachorro y lo llevó a su casa. Su hija se puso muy
contenta y enseguida le preparó un biberón de leche caliente y una mantita para
que pudiera dormir cerca de la chimenea.
Yago suspiró, ¡al fin había podido comer!.
Pasó
en compañía de Jorge y de su familia un mes y medio. Le dieron amor y biberones
y Sansón juegos y camaradería.
Un
buen día a Yago le dijeron que se iba a ir a una ciudad que estaba lejos, que
allí le estaban esperando con ilusión para mimarle y que tendría amigos como
Sansón para jugar con él.
A
Yago no le hacía mucha gracia separarse de sus amigos, pero no tenía mas
remedio y obediente se metió en el coche que le llevaría.
Después de muchas horas llegaron. Su nueva casa tenia un
patio muy grande y parecía acogedora. Lo primero que vió fue a Nico , un enorme
mastín que le miraba desde su altura, un poco mas atrás surgió un revoltijo de
rizos enmarañados y negros y una cara enfurruñada, el propietario de esa
melena era Negri un mestizo de pastor
catalán, ya mayor.
¡Hola!¿Quién eres?.- ladró Nico, con su voz fuerte como un trueno.
¡Otro
más?¡Con lo a gusto que estaba yo! Primero llegó este gigantón y ahora tú que
pareces un botón de pequeño.
Hola.-pudo al fín contestar el cachorro.- Soy Yago estoy solito y busco
un hogar.
Bueno.-dijo Nico.- aquí no te faltará comida ni amor. A mi me acogieron
muy bien y también estaba perdido. Ahora , esta es mi casa y la defiendo.
También esta Negri, ya estaba aquí cuando yo llegué, es un poco gruñón , pero
es que está un poco celoso de que el ama no le de sus mimos.
¡Cállate!¿ Es que no sabes respetar a los mayores? Yo estaba antes, soy
el preferido, no quiero compartir, el ama es mía, solo mía.
Enfrascados en esa conversación estaban cuando llegó una anciana de pelo
blanco que miró a los tres con dulzura.
¡Vamos,
vamos, acojamos a Yago. Será vuestro hermano pequeño, los tres lo pasareis bien
ya lo veréis. Mira mira que cesta tan
cómoda te he preparado ¿Te gusta?
Yago
miró a su nueva familia y pensó que le gustaban. Más valía que se portara bien
, ya que, según había oído sería , cuando creciera, el guardián de Joel, el
nieto mas pequeño de su ama y que mas o menos tenia su edad dos o tres meses.
Precisamente estaban esperando que llegaran en esos días.
Cuando llegaron los humanos con sus maletas y sus vozarrones, Yago se sintió un poco asustado.
¿Cómo
sería su humano?. Enseguida lo vió. Era muy pequeñito, ¡no tenía dientes! ni
sabía ladrar ni rascarse detrás de las orejas ni subir y bajar escalones. Solo
estaba es su cuna. ¡menudo aburrimiento! Pero… de repente Joel le miró. Yago no
había visto nunca unos ojos tan azules y tan inocentes como aquellos y, al
fijarse en su sonrisa con la boca desdentada, comprendió que sería su gran
amigo y que haría todo lo posible para que nada le pasara.
Desde
aquel momento, sintió que había llegado a su hogar y durmió feliz