miércoles, febrero 07, 2007

ERIC EL DRAGÓN ROJO CAPITULO III


Capítulo III –Ladridos en la noche.
Arthur cerró la puerta de la habitación de los niños tras de él y se dirigió al piso de abajo. Era un hombre muy metódico, heredado éste hábito de sus tiempos en las fuerzas aerotransportadas, y rara vez hacía algo fuera de su horario establecido o del orden acostumbrado. Bajó por la enmoquetada escalera en forma de U y llegó al piso principal. Antes de irse a la cama, siempre solía fumarse un cigarrillo en el gran comedor, junto a la chimenea, y después iba hasta la cocina, se servía un vaso de leche y, a escondidas de su mujer, daba una ración a Daemon, aunque aquel día iba a fumar más de lo habitual, porque al día siguiente se acercarían a Tarporley y eso le ponía bastante nervioso.
Era una noche apacible, pensó mientras escrutaba el gran salón. La habitación, que estaba justo debajo de su cuarto, era una estancia rectangular, algo austera y decorada con gusto con viejos muebles rústicos. Una mesa grande con seis sillas que la guardaban, coronada por un jarrón lleno de rosas del día, ocupaba la parte anterior del salón, al lado de una ventana con las mismas cortinas que adornaban todos los miradores de la casa y orientada hacia la puerta principal. Una enorme alacena llena de vajilla finamente decorada junto a la puerta, un desvencijado pero cómodo sofá de piel marrón frente a la chimenea y un mueblecito que sostenía un aparato de televisión que sólo encendían para ver las noticias de las nueve completaban todo el mobiliario. La cocina estaba enfrente, atravesando el pequeño hall que daba acceso a la puerta principal, y, en ella, una puerta que daba a un almacén diminuto que comunicaba a su vez por medio de otra puerta directamente al huerto de atrás.
Arthur apuró las últimas caladas a su cigarro mientras se distraía escuchando los grillos en la noche y pensaba en las actividades que tras el desayuno le llevarían al pueblo…otra vez ese maldito día de relaciones públicas…otra vez soportar las estúpidas preguntas de la señora Pecker, que nunca recordaba nada de lo que le decían y se empeñaba en interrogar una y otra vez y en el mismo orden a la pareja. –En fin – suspiró, — esa señora debe tener lo menos cuatrocientos cincuenta años, lo que es increíble es que aun sepa hablar—pensó.
—Al menos mañana vendrán con nosotros Abbey y Arthur, y, probablemente me podré escabullir a la tienda de golosinas para comprarles algún capricho—se dijo con cierto tono pícaro.
Conforme daba las últimas caladas a su tercer cigarro Mr Willemson aguzó el oído al darse cuenta de que algo extraño pasaba fuera de la hacienda. Los grillos se habían callado. Instintivamente se acercó a la ventana del salón para ver si había algún zorro merodeando alrededor, pero no pudo ver gran cosa. En cualquier caso, era muy curioso que todos los grillos se hubieran quedado mudos a la vez; cuando algún animal se acercaba a la casa, sólo se dejaban de escuchar los chirridos de los estridentes insectos por donde éste pasaba, pero era insólito escuchar el estrepitoso silencio que lo envolvía todo en esos momentos.
Tras pasar unos minutos que a Arthur parecieron horas, un sonido le llegó desde la cocina; Daemon estaba ladrando.
— ¡Esto si que es inaudito!—barruntó el señor Willemson— ¡ese viejo bribón lleno de pelo solo gruñe cuando lavamos su manta, y ahora está armando un escándalo de cien demonios.
Recorrió el salón a grandes zancadas y entró en la cocina de golpe para ver qué tenía tan alborotado al perro.
Éste se encontraba dando vueltas sobre si mismo y ladrando hacia la pared que daba a la colina.
A diferencia de las habitaciones superiores, en la planta baja de la casa no había ninguna ventana orientada a la parte posterior del inmueble, y Arthur no podía ver a qué estaba ladrando el perro— Tal vez—pensó era algún topo que anduviera por el jardín.
Con la esperanza de que el can enmudeciese y no despertara a toda la casa, le pasó la mano por el lomo, acariciándolo con suavidad, pues era algo que siempre le hacía calmarse, pero no había manera. El perro seguía como loco tratando de ahuyentar a las espumaderas, cucharas y cucharones de aluminio y a los azulejos sobre el fregadero.
Al cabo de unos segundos de total descontrol del animal, Anna irrumpió en la cocina, asustada ante semejante bullicio, y con la mirada interrogó a su marido, quien contestó con un gesto inequívoco de no entender nada, encogiéndose de hombros. El matrimonio repetía incesantemente el nombre del animal tratando en vano de acallar su ronco ladrido. Arthur, incluso, recurrió a darle una galleta con forma de hueso que el perro ignoró sin siquiera olerla.
Tras unos minutos enloquecidos, el perro se acercó al fregadero y apoyó las patas delanteras en él, a pesar de los esfuerzos infructuosos de la pareja para que no lo hiciera, y comenzó a ladrar por encima de la cacharrería que colgaba de la pared, hacia la estrecha tarima de madera que acumulaba tarros de mermelada, especias y algunos otros botes de conservas.
— ¡Válgame el Cielo!—exclamó Anna— ¡este chucho está completamente loco! ¡Ahora le ha dado por atacar a las latas de alubias!
En ese preciso instante, cuando más aullaba Daemon, un atronador rugido proveniente de la colina desvió la atención de los Willemson el tiempo necesario para que el perro se soltase y corriese como un rayo hacia la puerta trasera que comunicaba la cocina con el almacén que daba al huerto y continuase ladrando hacia éste, esta vez con renovada insistencia.
Anna reaccionó casi al instante y se acercó al perro, mientras que Arthur se había quedado perplejo, con la mirada perdida y la mente quizás en otro lugar tras el rugido.
Daemon giró sobre sí mismo y continuó ladrando esta vez hacia la pared lateral de la cocina, y luego hacia la encimera sobre la que se apoyaba la única ventana de la sala. La señora Willemson, que perseguía al perro por la cocina, alrededor de una mesa que hacía las veces de barra americana, vio cómo algo se movía fuera a gran velocidad, huyendo de los ladridos del San Bernardo. Una sombra. Como un fantasma gris.
Atónita y con un escalofrío que le recorrió el espinazo de norte a sur, se giró hacia su marido, que seguía en otro mundo, como abducido.
— ¡Arthur!—chilló— ¡hay alguien hay fuera!
De inmediato, Arthur se activó como un resorte y corrió hacia la puerta principal. Encendió la lámpara que iluminaba el umbral y la abrió con decisión, pero allí no había nadie.
Giró sobre sus propios pasos, cerrando la puerta de entrada, y dirigiéndose hacia el almacén que daba al huerto. Abrió la primera portezuela y buscó a tientas el interruptor, alumbrando la estancia. Agarró uno de los azadones con los que horadaba la tierra del huerto y una linterna, y salió a la noche débilmente iluminada por la pálida luna.
Orientó la linterna hacia la valla del huerto, pero no apreció nada interesante, y desvió el haz hacia su izquierda, hasta la pared a la que Daemon había ladrado hacía sólo unos instantes. En un principio no observó nada extraño, pero tras un segundo repaso de su linterna, pudo ver que las hojas de las tomateras que se hallaban plantadas en esa zona del huerto estaban tronchadas. Se acercó a ellas para comprobar que gran parte de las plantas se encontraban pisoteadas, y en algunos puntos cortadas como por un cuchillo realmente afilado.
Daemon continuaba ladrando, pero lo hacía con menor intensidad. Era evidente que allí había estado alguien, quizás alguno de los muchachos del pueblo que, envalentonados por alguna estúpida apuesta, se hubieran acercado a The Applegrave Hill. En cualquier caso, y a pesar de la tenue luz de la luna, sería mejor esperar al día siguiente para comprobar alguna huella y acercarse al pueblo en busca de pistas.—Después de todo—pensó Arthur—quizás no fuera mala idea el día de relaciones públicas.
Mr Willemson entró en casa y con ayuda de Anna consiguieron calmar definitivamente a Daemon, mientras le explicaba a ésta qué había visto y la tranquilizaba con la idea de los gamberros. Luego, ambos se dirigieron al piso de arriba, para comprobar que sus nietos seguían dormidos.
— ¡Angelitos!— suspiró Anna— ¡ni con semejante ruido se han despertado!. ¡Deben estar agotados!
Los dos entraron en su habitación tratando de hacer el menor ruido posible, y se acostaron. Tras unos minutos de intercambio de opiniones sobre lo que había sucedido, y los pasos a seguir a la mañana siguiente, Anna fue vencida por el sueño, mientras Arthur permanecía de nuevo como en la cocina, evadido del mundo, absorto en sus pensamientos. Aquel rugido se le había clavado a fuego en el cerebro…no era la primera vez que lo escuchaba. Poco a poco, se fue sumergiendo en un sueño intranquilo.


David García Cerdán…to be continued

2 comentarios:

Garbanzos dijo...

David me está encantando el cuento.
Nos dejas intrigados.. que pasara ahora????
ainssssss que desazón
Sigue escribiendo
Te quiero

Anónimo dijo...

LIBRA

Hola ! Hola! Te cuento,nunca mejor dicho. En esta parte,me gusta la descripción que haces del entorno y de la casa ( y los sucesos que les ocurren que es lo que le da esa intriga ). Los muebles rústicos,ese jarrón de rosas rojas que me encantan.Son mis preferidas.
Fíjate esto me da pie a que cuando a mi madre le nazcan las primeras en su jardín,me las lleve para mi casa y haga un florero con ellas.
Después me encantan las chimeneas en un salón, le da un cierto aire de calidez y esa vajilla ....

Por otro lado,como te decía, la descripción que haces del entorno que me lleva a muchos años atrás,a mismo tiempo le metes pinceladas actuales como barra americana,y como te había dicho la moqueta de color azul,las noticias de las nueve.
Más cosas,las golosinas que a tí tanto te gustan.
También le pones la típica señora cotilla que hay en todos las partes,quizás un poco esajerado con la edad jeje..
Me hace gracia, cuando le llamas can al perro,sabes que en gallego se dice así, claro! . Seguro que sabes más palabras en gallego,se te ha pegado fijo.jejeje.....

Bueno,bueno!!jeje..!! en general
me sigue gustando, pero nos quieres dejar con la intriga para varios cápitulos como bien relatas en el final, como dice tu madre, que desazón.

Te espero para el siguente capítulo,no tardes tanto!!!...jeje

Moitos biquiños.....e achuchóns !!!!